A una Galga Blanca

Pudo ser casualidad, o no, pero fue la mirada de un galgo la responsable de que al cabo de unos cuantos años de aquel encuentro, ahora esté escribiendo en este blog. Es posible que fuera primavera, solo recuerdo que hacía calorcito, pero seguro que más allá de febrero, cuando mi mujer y yo nos topamos de lleno con la cruda realidad que viven los galgos.

No era la primera vez que veíamos galgos vagando por la carretera o por las calles de la urbanización de la zona de los Alcores de Sevilla, donde vivimos. Esta, como toda la campiña sevillana, es zona galguera y de vez en cuando se ven a dos o tres galgos atados y a la zaga de una motocicleta o bicicleta.

Fotograma de "Febrero, el miedo de los galgos"

Nunca conseguimos acercarnos demasiado a esos galgos recelosos, ya solitarios y sin norte, que hurgaban entre los restos de basura o buscaban una sombra para descansar, pero este caso fue diferente: Un pequeño bulto, que apenas destacaba del gris de la acera y que hubiera pasado desapercibido si al acercarnos no se hubiera levantado, la galguita blanca.

A su instinto de alejarse, como siempre, le pudo la derrota de su cuerpo cansado, de tanto tiempo andando con su pata rota. Tras unos pasos se rindió y nos dejo acariciarla a pesar de que su cara y su cuerpo transmitían la desconfianza aprendida en su corta vida. Un hueso de la mano izquierda asomaba a través de una herida abierta.

Era la primera vez que acariciaba la cara afilada de un galgo y la expresión de sus ojos me conectó para siempre con el sufrimiento de esta raza. No es que después no haya sentido la misma compasión por otros animales que sufren y que se han cruzado en mi camino desde entonces, pero la mirada de aquella galguita blanca se me quedó grabada en el alma. Y aún la llevo en mi corazón porque aquella historia no tuvo un final feliz.

Tras el primer contacto, le trajimos agua y comida que devoró con ganas de días -ganas de llenar el costillar evidente-, se dejó suspender en mis brazos y subirla al coche para salir corriendo al veterinario de guardia. Una primera cura y un segundo traslado a otro veterinario para valorar una posible operación.

El diagnostico de la fractura y sobre todo de la herida no fueron buenos y nos aconsejaron la eutanasia para acabar con su sufrimiento. Si en aquel entonces hubiéramos sabido lo que hoy, probablemente ahora tendría una adorable galga coja o con tres patas, pero no conocíamos los milagros que la fortaleza del vínculo que se crea con un animal que ha sufrido el maltrato, son capaces de hacer.

Con los ojos llenos de lágrimas nos despedimos de esa cara suplicante sobre la mesa de la clínica. Fueron pocas horas las que pasamos con ella pero el pesar y el sentimiento de culpa –y de fracaso- fueron como si nos hubieran arrebatado a un perro propio.

Desde aquel día quise saber más sobre lo que estaba pasando con los galgos y descubrí, a través de las webs, a personas que llevan años luchando por paliar la sangría de maltrato y abandono que supone este sector de la caza en España y especialmente en Andalucía. Supe de las ONGs que trabajan exclusivamente en ello y de la recuperación de casos aparentemente inviables.

Y es que el galgo, es un animal con una capacidad de sufrimiento solo superada por sus capacidades de superación y de agradecimiento. Cuando hoy vemos un galgo por la calle paseando entre la gente con su compañero humano casi siempre acertamos en saber de donde viene y, si no nos resistimos a acercarnos y los saludamos, podemos ver las huellas de su pasado en su piel o en su timidez. Ya sabemos que hay detrás.

Por eso, y a pesar de que los medios ya han dado mucha visibilidad a una de nuestras vergüenzas patrias, me siento orgulloso de insistir en la difusión de la realidad que sufren los galgos criados y utilizados para la caza de la liebre, con el nuevo pase del documental “Febrero, el miedo de los galgos” de Irene Blánquez, que a través de AVHA hemos organizado el día 21 de enero en Sevilla. Intentaremos dar respuesta a algunas preguntas pero sobre todo servirá para que muchos otros se las hagan.

Nunca es suficiente el esfuerzo por aunar conciencias para erradicar el abandono y el maltrato, la violencia sin sentido con la que acaban algunos sus días.

En uno de los fotogramas de la película aparece una mirada sobre un rostro blanco que a mi me recuerda a aquella galguita blanca que inicio mi proceso. Un proceso que me ha llevado a un cambio radical en la forma de ver a los animales. A acrecentar el vínculo que me une a todos los que comparten la vida con nosotros.

Espero que a mucho de los que asistáis a este evento, os sirva para iniciar vuestro proceso.

Sebastián López

Los datos del evento los podéis ver en: https://www.facebook.com/events/1763290490558522/
También nuestro Facebook: https://www.facebook.com/asociacionvinculohumanoanimal

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