Vida de Equinos


Llevar una “vida de perros”, siempre tiene una connotación negativa y no está injustificado por que la existencia de estos animales ha sido especialmente dura en el pasado, especialmente cuando no eran apreciados compañeros de casa, y aún hoy un buen porcentaje de ellos siguen padeciendo unas condiciones muy duras como resultado de su explotación o a consecuencia de su abandono.
Pero, que decir de la vida de otros animales, tan cercanos y tan ligados históricamente a la vida de los humanos, como burros, mulos y caballos ¿Acaso no merecerían sus vidas la misma consideración próxima a una condena?
Quizás estamos acostumbrados a la visión de los perros vagabundos, buscándose la vida por las calles y caminos, algunos en un estado lamentable, otros incluso con heridas y traumas ostensibles cuando no como cuerpos inertes y deformes en las carreteras. Sin embargo no deja de existir lo que no vemos.
Equinos domésticos de todas las especies y razas sufren en muchos casos peor trato y abandono en sus lugares de estabulación o trabajo. En general son animales considerados duros, y es verdad que muchos de ellos son capaces de aguantar las peores condiciones sin quejarse y que si no se observan con ojos de conocimiento equino no acusan síntomas claros de su precaria salud hasta casi la caquexia o la inmovilidad. Pero esto no significa que no sufran desde el primer momento del maltrato físico y psíquico ya que son animales muy sensibles.
Si hay algún tipo de animal al que le hayamos asignado claramente el papel de máquina, este es el del equino domesticado. No en balde la unidad de fuerza que se le asigna a los motores de vapor, de combustión o eléctricos, es el caballo de fuerza, una unidad de potencia que, cuando se inventó el motor a vapor, medía su equivalencia frente a la potencia que antiguamente desarrollaba un caballo enganchado a cualquier sistema de tracción mecánica.
Un caballo, un mulo o un asno eran, y aún hoy siguen siendo en muchas actividades, máquinas donde el combustible es el forraje o el pienso. Máquinas de alto rendimiento y las más de las veces bajo coste de mantenimiento.
Las compensaciones que los pobres animales reciben a cambio de tan duro trabajo no cubren en la mayoría de las ocasiones las expectativas de una vida sana física y emocionalmente. Aunque muchos son mantenidos en prados o dehesas cercadas en las zonas húmedas donde disponen de unas condiciones ambientales adecuadas, pasto suficiente y libertad de movimientos para desarrollar su comportamiento, o en régimen de semilibertad como la que gozan algunas razas de caballos, otros muchos viven en explotaciones ganaderas donde sufren las inclemencias del tiempo sin agua, refugio y alimento suficiente.
Unas veces por negligencia u otras por abandono del uso para el que se adquirieron, acaban sufriendo enfermedades y lesiones provocadas por una ausencia de cuidados e higiene o una escasa o inadecuada alimentación. Las condiciones de estabulación permanente en espacios reducidos o en boxes lleva al desarrollo de importantes trastornos emocionales que derivan en estereotipias, autolesivas a veces y muy difíciles de recuperar.
Es muy común encontrar a mulos, burros o caballos maniatados en fincas sin vallar o por los bordes de caminos o carreteras. Trabar las patas de estos animales inconcebiblemente aún está permitido en algunas comunidades autónomas, y aunque gracias a este sistema sus propietarios pueden dejarlos pastar en zonas donde de otra forma no se les permitiría, la limitación de movimientos y las rozaduras con todo tipo de materiales usados para atar las patas del animal se pueden prolongar durante horas y días, exponiéndolo además a situaciones de peligro por atropello o caídas.
Especialmente triste son los casos de burros y mulos, explotados en el duro trabajo de carga o tiro, que trabajan sin apenas descanso y que viven solos, sin tiempo para desarrollar su relación con otros animales de su especie y sin ningún tipo de aliciente vital, solo la rutina infinita. O la vida de esos caballos, sobrepasados de arneses y arreos, todo el día de pie, lastrados de un carruaje de por vida. También la miserable vida circular de esos ponis usados en carruseles de feria.
Animales tratados como objetos para la ostentación o el acarreo de paseantes o todo tipo de bártulos en ferias y romerías, muchos de alquiler y que caen en manos de irresponsables que los llevan hasta la extenuación o la muerte en casos extremos.
Pobres vidas de equinos, sin un futuro apacible, sin el merecido descanso, cuya jubilación será el matadero. Sufridas vidas de equinos, de animales domesticados para el trabajo o el capricho de la monta. Abandonados a su suerte cuando resultan caros y poco rentables.

Animales que merecen una segunda oportunidad, terminar sus días felices cuidados por personas que han mirado en el cristal de sus ojos y han conectado con ellos. Lejos quedan las verdes praderas y estepas de sus ancestros salvajes, ya no pueden escapar de la dependencia humana, pero si vivir otras vidas de equinos que no signifiquen el yugo y el trabajo no compensado. Si, si dignificamos el vínculo que existe entre ellos y nosotros y comprendemos cuanto nos pueden dar. 
Sebastián López
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Afortunadamente ya hay un buen puñado de personas en el mundo que están defendiendo a estos animales tan bellos y sensibles, rescatando, denunciado o acogiéndolos en santuarios y refugios donde se les regala una nueva vida. Tal es el caso de las personas que atienden El Refugio del Burrito y a los que invitamos a compartir con nosotros su experiencia dentro de las actividades de AVHA.
 

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