¡Juega al escondite Conmigo!
Hace casi cuatro años que mi primer perro, mi querido Bebo, nos dejó de forma inesperada y aún hoy se me inundan los ojos al contemplar detenidamente sus fotografías y todavía no me he atrevido a verlo otra vez con vida en los vídeos que le hicimos. Es cierto que daba por completado mi duelo por él y su imagen ya se me desdibujaba en el jardín. Cauterizamos las heridas de los lugares que vivimos juntos, de los paseos, de las casas que compartimos en nuestros viajes al Norte. Nos despedimos poco a poco de los ocho años que nos dio y que nos supieron a poco. Los últimos tres años, los vivió con Nuno, su compañero de juegos y excursiones, que nos encontró un día de agosto en la calle, en uno de nuestros paseos vespertinos y ya no quiso dejarnos. Nuno fue nuestro consuelo cuando Bebo murió. Fue el único que estaba a su lado cuando su corazón dejó de latir y durante casi cuatro años ha sido nuestra familia más íntima. Su dulzura y paciencia infinitas no solo nos llenó el corazón vacío por l